El amor no existe…
Cuántas veces no hemos escuchado decir a amantes decepcionados: “ya no creo en el amor”, “el amor no existe”, “amar es privilegio de unos cuantos” o, incluso, “no tengo tiempo para andar de romántico”.
Estas posturas dan cuenta de decepción, desencanto, frustración, y ¿miedo?
Se entiende que a lo largo de la vida prioricemos otros proyectos a una relación amorosa; algunas personas con vocaciones particulares tienen clara su falta interés o necesidad de vivir en pareja, pues otro tipo de vínculos son suficientes para tener contento a su corazón.
Pero el desprecio que se manifiesta en infinidad de frases y conductas para que el mundo se entere que eres un “hater” del amor, hace pensar en alguna situación de dolor profundo o en una negativa a hacer un movimiento que te saque de tu zona de control (emocional, erótico, intelectual, social).
¿Nacen o se hacen?
Poca gente rehúye del todo al contacto social y al intercambio amoroso: somos seres que nos desarrollamos gracias a los apegos y las relaciones que nos contienen y nos confirman. A reserva de personas que nacen con características entre “fóbicas”, herméticas y solitarias, la mayoría de nosotros queremos relacionarnos con los otros y anhelamos –en mayor o menor medida- un buen amor.
Entonces, quienes de manera más o menos inconsciente rechazan, repelen, critican y huyen a un encuentro amoroso, es posible que:
No hayan superado una experiencia de desamor que les dejó lastimados en lo profundo.
Qué hayan buscado con cansancio y desencanto un buen amor sin poderlo consolidar, debido a la complejidad de hacer pareja en la actualidad.
Carezcan de referentes tempranos de un apego seguro (con sus padres o cuidadores primarios), y por ello les sea difícil vivirse como queribles.
O bien, que haya priorizado esas tareas y no quieran asumir que en realidad no quieren un amor, que más que apoyarlos les demande de más.
¿Cómo dejar de ser un hater del amor?
A veces, hay que reconocer que estamos heridos por un desencanto amoroso, decidirnos a recorrer un duelo nunca vivido y sanar el trauma de dicha decepción, es el inicio una nueva experiencia amorosa.
Dejar de buscar algo muy particular, de encontrar a una persona ideal, o construir un tipo de relación tipo “cuento de hadas”, nos ayuda a desbancar ideas erróneas sobre el amor, y a buscar una pareja suficientemente buena, aunque no sea lo que nuestra mente pensaba que era lo mejor.
Trabajar las heridas de infancia: lo que vivimos y recibimos en los primeros años de nuestra vida nos condiciona para sentirnos merecedores de amor y para aprender a amar. Las personas que desarrollaron apegos inseguros, ansiosos, evitativos, requieren de un entendimiento de su forma de construir vínculos para poder encontrar una forma de vincularse sin lastimarse, ni lastimar.
Y, por último, entender los nuevos escenarios amorosos, sus complicaciones, la ambivalencia e incertidumbre que generan; saber que los proyectos de vida personal con sus retos laborales, sociales, familiares, económicos, dificultan un proyecto de vida común, permitirá hacer prioridades, distinguir necesidades, y tener objetivos claros y realistas entre lo que se está dispuesto a dar, lo que se está abierto a renunciar y lo que es imposible negociar en tanto es valor central de la propia vida.
Fuente: Tere Díaz