Estados Unidos.- En el puesto de fruta donde trabaja en el Upper East Side de Manhattan, Shah Alam vende decenas de plátanos cada día, a 35 centavos la pieza o cuatro por un dólar. Fuera de la casa de subastas Sotheby’s, él mantiene un flujo constante de ventas de fruta barata; dentro, el arte puede llegar a venderse en millones.
Sin embargo, el miércoles pasado, Alam vendió un plátano que poco después sería subastado como parte de una obra de arte absurdista que un criptoempresario se adjudicó por 5.2 millones de dólares, más la comisión de la casa de subastas que rondó algo más de un millón.
Unos días después de la venta, cuando se encontraba bajo la lluvia en la esquina de la avenida York y la calle 72 Este separando plátanos de sus racimos, Alam se enteró por una periodista de cuál había sido el destino de la fruta: había sido pegada a una pared con cinta adhesiva como parte de una obra del artista italiano Maurizio Cattelan, y luego se la habían vendido a Justin Sun, el fundador chino de una plataforma de criptodivisas.
Cuando le dijeron el precio de venta, se echó a llorar. “Soy un hombre pobre exclamó Alam, de 74 años, con la voz entrecortada Nunca he tenido esta cantidad de dinero; nunca he visto esta cantidad de dinero”.
El trayecto del plátano del puesto de fruta a obra de arte comenzó en 2019, cuando Cattelan expuso la obra por primera vez en la feria internacional Art Basel Miami Beach. La pieza conceptual de tres ediciones, titulada Comedian, es una crítica implícita a lo absurdo del mundo del arte, acorde con la juguetona obra de Cattelan. Venía con un detallado manual del propietario sobre cómo pegar el plátano con la cinta adhesiva, e incluía permiso para actualizarlo cuando se pudriera (Cattelan ha comentado en entrevistas que adquirió los plátanos originales en una tienda de comestibles de Miami).
Cada edición se vendió en Miami por entre 120 mil y 150 mil dólares y desató multitudes revoltosas: en la exposición, un artista de performance arrancó un plátano de la pared, lo peló y se lo comió. A Cattelan le encantó el debate posterior sobre qué constituye exactamente el arte y cómo se valora.