Por qué amo y odio a mi pareja?

2022-04-28 09:04:37   1955 Visitas


No hay duda que al inicio de cualquier relación amorosa mostramos nuestro lado más amable, a veces por temor a desilusionar a nuestra futura pareja, pero comúnmente como “paquete incluido” se exaltan de forma natural nuestras mejores actitudes y nuestros más loables sentimientos.



La idealización mutua permite que el otro tome lo que necesita su propio ego enamorado -de eso que dejamos a la luz-, generando un “sube y baja” de gozos, suspiros y encantos que facilitan el inicio de una relación.

Pero el tiempo pasa, y los deberes y la convivencia continua –cuando no es un hijo, es la suegra o el pago de la hipoteca- desvanecen el idilio del comienzo y ponen al enamoramiento su punto final: donde había pura alegría y cuidado mutuo empiezan a filtrarse el desengaño, el resentimiento y la frustración.

Esto es propio de toda pareja que transita el engolosinamiento mutuo, pero en el trayecto amoroso algunos llegan a construir una relación que vale la pena, mientras que otros descubren, con menor o mayor frustración, que la pareja no marcha y que se aproxima la fecha de caducidad de la relación. En esta encrucijada hay quienes dan gracias por lo vivido y, no sin cierto dolor, terminan lo iniciado; sin embargo, existen algunos que se empeñan en recuperar a toda costa la gratificación del “papaloteo” inicial y en sostener de cualquier modo la relación.


Es posible?

Nuestra estructura psíquica nos permite experimentar al mismo tiempo una gama contradictoria de afectos. Esto se torna complejo ya que la cultura considera a las emociones como “buenas o malas” dependiendo del efecto que producen en nosotros y en los demás. Es así que como personas “civilizadas” nos hemos dado a la tarea de acallar aquellos sentimientos que son “negativos”, capotearlos “como vayamos pudiendo” y mostrar sólo los que son “lucidores y agradables”.

Cabe aclarar que sentir -lo que sea que sintamos- no es ni bueno ni malo, de hecho, son las acciones realizadas con dichos sentimientos las que sí tienen un atributo moral. La vivencia de un espectro diverso y contradictorio de afectos, no es en sí un “problema”, lo que sí complica su manejo es que su intensidad y frecuencia lleven a reacciones y desmanes que ponen a la relación de pareja en una “montaña rusa” permanente.

Amor o adicción

Es común escuchar en consutla decir “me estoy ahogando en esta convivencia, pero sin ella no podría vivir”, o bien, “una parte de mí sabe que no puedo seguir así pero no sé como terminarlo”.

El apego excesivo -como le llama Walter Riso, psicólogo de origen italiano especialista en Terapia Cognitiva- impide la creación de amores constructivos.

Este tipo de vínculos genera una especie de adicción afectiva que tiene efectos potentes en la “subida y bajada” de las emociones experimentadas por las personas.

La presencia del otro, “la sustancia adictiva”, da una temporal sensación de plenitud existencial o de sobrevivencia en situaciones de carencia y reto extremo. En estos casos la distancia de la ternura a la agresión está a un paso, y si bien la pareja aporta algún sentido a la vida, las interacciones fluctuantes sostenidas llevan al cansancio, a la desesperación y en muchos casos a la violencia.




al odio… y de regreso

Aunque todas las relaciones generan un tipo de interdependencia, no todas oscilan de manera destructiva entre el odio y el amor, y es que después de unos años de estar en una relación amorosa nadie se salva de observar a su pareja ya despojada de las proyecciones e ideas erróneas propias del enamoramiento. Por tanto, puede ocurrir que en un mismo día, percibamos a nuestra pareja como el padre ideal y también como el miembro de la familia menos comprometido con el trabajo doméstico; como la escucha idónea o bien como un loser en el área social; y en estas contradicciones experimentar admiración y desprecio, satisfacción y malestar, orgullo y pena.

El tiempo, si bien es necesario para consolidar el amor, no juega siempre a nuestro favor cuando la cruda realidad se impone. ¡Y es que las cosas que nos molestan de nuestra pareja se tienden a hacer más presentes en los malabares del día a día! Con cada año que pasa vemos más claro cómo es nuestro compañero de vida, y esto, si bien nos da ciertas certezas, también genera aburrimiento, hastío e insatisfacción.

Contraataca al tiempo…

Si la relación es suficientemente buena y nos da más de lo que nos quita, requerimos encontrar maneras de “pixelear”, sin evadir, los defectos que inevitablemente tiene nuestra pareja. No se trata de negar conflictos reales que tarde o temprano pueden explotar, sino de dejar de seguir rumiando sobre formas de ser, de actuar, de comer y de platicar, que no van a cambiar y que no es indispensable que cambien.

Se puede decir que un amor que dura, no es todo realidad ni todo mentira : requiere cierta amnesia, un botón que silencie lo que perturba superfluamente, filtros en el lente para ver con menor claridad, distracciones al escuchar…


Y esto se logra nivelando la cercanía y la distancia de la convivencia, gestionando la presencia y la ausencia, poniendo tiempos fuera y disfrutando momentos de soledad. Escaparnos de vez en vez, priorizar nuestra individualidad, desmarcarnos de lo que el otro hace y de lo que el otro es.

Esta valiente estrategia, además de afianzar nuestra autonomía, nos da la perspectiva para sopesar lo que nos desgasta, para valorar lo bueno que se ha construido y para actuar oportunamente en lo que sí se puede cambiar. Y en una de esas, hasta empezar a extrañar…

Fuente: Tere Díaz.


Edición: Susana Ruiz

Grupo Radiza Chihuahua

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